Mercosur: El documento final incluyó una condena a los holdouts. Y también un respaldo a la soberanía en Malvinas.

(clarin.com) Por Eleonora Gosman
“Tal vez se esté pergeñando un nuevo plan, más sofisticado que el Cóndor; que hoy cumple 40 años y cuyo objetivo fue derrocar gobiernos democráticos” juzgó Cristina Kirchner en la cumbre del Mercosur. Pero su sugerencia no quedó por allí. Para ella, ahora hay nuevos protagonistas y son los “fondos buitres. Y no es casual que también en este caso se trate de aves de rapiña” ironizó. Precisamente, ese fue uno de los temas que la Argentina trajo, una vez más, a la mesa de negociaciones en la cita presidencial del mercado común: la pelea que el país mantiene con los holdouts.

Y el desafío constó en la declaración final: “Se reiteró el más absoluto repudio a la actitud y los pedidos de grupos minoritarios de bonistas que detentan títulos no reestructurados de la deuda soberana de la Argentina. Su actuación dificulta obtener acuerdos definitivos entre deudores y acreedores. Y pone en riesgo la estabilidad financiera de los países”. Junto a este reclamo, también se incluyó la solidaridad con la Argentina en su reivindicación sobre Malvinas. Se menciona que en diciembre “se completará el 50° aniversario de la resolución 2065 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la primera que se refirió específicamente a la cuestión y que fue renovada luego sucesivamente en varias resoluciones del Comité Especial de Descolonización”.


De cualquier manera, fue la batalla financiera la que CFK optó por privilegiar en su discurso y que le dio pie para clamar por “un fortalecimiento, hoy más que nunca de nuestras democracias, lo que implica respetar la cláusula democrática (del mercado común y de Unasur), que significa que aquél país cuyo gobierno salido de elecciones democráticas sea derrocado, automáticamente perderá el estatus de miembro del bloque”.

El asunto adquirió en esta conferencia regional un destaque mayor que en otras reuniones presidenciales. Los jefes de Estado, salvo el uruguayo Tabaré Vázquez y el paraguayo Horacio Cartes, mostraron preocupación ante las turbulencias que enfrentan varios gobiernos sudamericanos. Es el caso de la brasileña Dilma Rousseff, que luego de asumir su segunda gestión en enero no pasa un día sin depararse con una nueva conmoción: “No hay más espacio para aventuras antidemocráticas en nuestra región” advirtió, en un contexto de debilidad y fragmentación de la coalición de partidos que la sostiene en el poder.

No es de extrañar que Cristina se fundiera en un abrazo con Dilma al ingresar en el Palacio de Itamaraty, donde se celebraron las deliberaciones. A ambas se las vio en una actitud de camaradería, fuera de lo habitual. Inclusive, la brasileña entregó a su “amiga” una condecoración (ver “El pedido...”). Tan alto es el nivel de tensión que agobia al mundo político brasileño, que Dilma se empeñó en dar señales de su disposición a dar pelea por su gobierno. Fue entonces que logró introducir una declaración de “ciudadano ilustre del Mercosur”, que el bloque le otorgó al ex presidente brasileño Joao Goulart, derribado en 1964 por un golpe militar y parlamentario y que, 12 años después, fallecería en Argentina en condiciones todavía no aclaradas.

Menos emotivo, pero mucho más práctico, el uruguayo Tabaré Vázquez optó por hablar de los temas pendientes en el bloque. “Hay claros avances” postuló, mencionando entre ellos el ingreso de Bolivia al mercado regional, concretado ayer. “Pero tenemos otros paquetes como la política comercial”, dijo. Instó a “ser consecuentes. No convirtamos los discursos en dogmas o citas de principios. Para nuestro país es de vital importancia que concurramos todos juntos, como bloque, a las negociaciones con la Unión Europea. Confiamos en que serán efectivizados los intercambios de oferta de libre comercio entre ambos mercados a fines de 2015”. El venezolano Nicolás Maduro introdujo su conflicto con las Guyanas.