Anímese Francisco, diga que las Malvinas son argentinas.

(laarena.com.ar) Su Santidad está culminando en Paraguay su gira latinoamericana. En Ecuador y Bolivia sus mensajes fueron muy buenos y pletóricos de justicia social. Faltaron empero algunas definiciones concretas, por caso decir que las Malvinas son argentinas.

EMILIO MARÍN
El periplo regional del Papa está dejando tela extraordinaria para cortar. Tela de la mejor, de esa que no se consigue todos los días ni con los políticos ordinarios, que se ponen el casete para declaraciones previsibles hasta en sus puntos y comas como los que abundan en esta Argentina electoral.

Lo de Francisco entra en una categoría superlativa, digna de un análisis que trate de realzar todo lo bueno, buenísimo, que comunicó a su paso por Ecuador y Bolivia. Ahora ya está en Paraguay y seguramente será motivo de nuevos estudios. Y al mismo tiempo, sin rendirle pleitesías ni ponerlo como una divinidad, habría que atreverse a decir algunas cosas que faltan o que están en falsa escuadra. El cronista no sabe si podrá hacerlo en esos términos pero al menos lo intentará.


Lo principal es lo positivo, en relación a su estadía en Bolivia, pues lo acontecido en Ecuador ya fue motivo de análisis periodístico en esta columna de LA ARENA del jueves 9. Tanto como a su paso por Quito y Guayaquil, también en La Paz y Santa Cruz de la Sierra el viajero produjo piezas espectaculares, hablando a multitudes que ya lo amaban. Ahora lo hacen en mayor grado aún y lo han bautizado el Papa de los pobres.

El avión de Alitalia aterrizó en el aeropuerto de El Alto, ciudad cercana a la capital boliviana, y allí empezó su comunión con la población y Evo Morales. En el trayecto hacia La Paz se detuvo unos minutos a orar por la memoria de Luis Espinal, un cura jesuita español-boliviano asesinado en 1980 por bandas paramilitares en el marco del golpe de Estado de Luis García Mesa. Luego se reunió con el mandatario aymara en el Palacio Quemado donde recibió una réplica de una cruz tallada por el citado mártir Espinal sobre una hoz y martillo que simboliza la unión de la iglesia y trabajadores, de católicos y marxistas. Esto levantó mucha polvareda en los medios oligárquicos interesados en que ese polvo entrara en los ojos del público y le impidiera la visión de lo que estaba aconteciendo.
Finalmente el Pontífice dio una misa con muy numeroso público en Santa Cruz y, posiblemente en lo más avanzado de su producción política-evangelizadora, habló una hora a los asistentes del II Encuentro Mundial de Organizaciones Populares, en aquella ciudad.

Mensaje excepcional.
No se trata de repetir aquí textualmente los conceptos planteados en ese mensaje excepcional, que no registra antecedentes similares en los Papas anteriores a éste, el número 266 de la historia de la Iglesia católica.

Sí, de tratar de apuntar a los meollos que aquél dejó planteado, ante las ovaciones de los asistentes a ese Encuentro Mundial que fue la continuación de uno que Francisco convocó en octubre del año pasado en Roma, dando el puntapié inicial. Esto merece remarcarse: él no estaba desembarcando como paracaidista polaco y oportunista en un evento ajeno sino que llegaba como un amigo luego de impulsar la primera edición.

Lo inédito es que el orador leyó una pieza donde enjuiciaba con nombre y apellido al sistema capitalista como la "madre del borrego", o sea como causal de los males de la sociedad tales como la pobreza, la explotación del hombre y los recursos naturales, la desigualdad y exclusión, los atentados a la Madre Tierra y responsable último de las injusticias. El mundo anda mal y la culpa es del capitalismo, reflexionó.

No es que pontífices anteriores no hubieran formulado críticas a ese modelo mundial, pero con dos aclaraciones importantes: no lo mentaban por su nombre concreto y, para equilibrar, a la vez cuestionaban al comunismo, para quedar bien con los capitalistas y multinacionales del dinero. Ni una cosa ni la otra, decían, fundando la nefasta "teoría de los dos demonios". Esto se fue al demonio pues Francisco acusó a un solo diablo, el capitalista.
A continuación, consideró que gran parte de la población latinoamericana carece de lo que llamó "la triple T" (Tierra, Techo y Trabajo), por lo que la convocó a luchar por esos valores. Ahora sí adquirió un sentido positivo su conocida y sorprendente exhortación del inicio de su papado cuando dijo "Hagan lío".

Quizás todavía sea demasiado pronto para sacar todas las conclusiones de esa miniencíclica dicha en Santa Cruz pero ya puede ser catalogada como histórica. Es que si el Papa sostuvo que "hay que cambiar el sistema, ya no se aguanta", a partir de allí los gobiernos de Latinoamérica y el Caribe, los movimientos políticos y sociales, el sindicalismo, la intelectualidad y obviamente la misma iglesia deberán revisar si están haciendo bien su trabajo. Quiere decir, ni más ni menos, que no bastarán las explicaciones en esos diversos medios diciendo que están buscando "mejorar el sistema" con un nuevo pavimento, una ley más benigna o una mejor paritaria. No. El Papa no habló de eso en Bolivia: planteó que hay que cambiar el sistema. Ni aspirinas ni reformas insustanciales sino un "proceso de cambio" de fondo, estructural y social como el que vive Bolivia. En otras palabras, propugnó una revolución social, ni más ni menos.

Eso abre gran polémica sobre los alcances de lo planteado, sobre si está bien o no, y fundamentalmente, sobre cuál será el sistema social que reemplace a ese modelo que ya no va más. ¿Será el socialismo? ¿Tendrá el aditamento de cristiano y latinoamericano?

"Patria Grande".
Al aludir a grandes problemas de este tiempo, el Pontífice entendió que las respuestas deben ser globales e interdependientes, que no dependen de un solo país, aunque tampoco deben ser impuestas, aclaró. Fue buena su visión general y de conjunto, superando las estrechas fronteras y mentalidad pueblerina o nacional con minúsculas.
En especial tuvo expresiones a favor de la Patria Grande Latinoamericana, propias de una concepción bolivariana y poco amigable con la balcanización rivadaviana y pro británica de nuestra América.
Como argentino él no ignoraba que su incursión por el altiplano se producía el 9 de julio, día de la Independencia. Allí y en Ecuador había tenido expresiones favorables a la lucha por la Primera Independencia "en Hispanoamérica" (mejor hubiera dicho Indo-hispanoamérica o directamente Latinoamérica).
Sus alusiones no se quedaron en el pasado. En Bolivia dijo "Pienso en el mar" y pidió diálogo entre las autoridades de esa nación y las de Chile, por el viejo pleito a raíz de la privación de salida al mar para aquélla. Fue una referencia muy suave e indirecta, pero los bolivianos la tomaron como una adhesión a su reivindicación, que no llegó a tanto. Los ministros chilenos, lamentablemente, salieron con los botines de punta a negar que vayan a aceptar una mediación, incluso la vaticana. Para ellos el resultado de esa guerra injusta y los tratados posteriores son inamovibles e innegociables. Francisco pareció moverse en puntas de pie pero en una dirección más justa...

Anímese Francisco.
Los 1.500 asistentes de 40 países al II Encuentro Mundial de Movimientos Populares, en un acto con 5.000 personas le entregaron a Francisco y a Evo el Documento de Santa Cruz, con un decálogo que sintetiza sus aspiraciones. Allí se desarrolla la famosa "Triple T" de Tierra, Techo y Trabajo, profundizándola con definiciones a favor de la reforma agraria y otros postulados.

En ese cónclave el Papa se sintió como en su salsa, en un ida y vuelta con el público mucho más vital que los domingos en la plaza de San Pedro. En ese marco hizo autocrítica del rol de la Iglesia durante la llamada "conquista de América", aclarando que la institución ya había hecho su mea culpa por medio de Juan Pablo II, ahora santo.

Lo que falta es una autocrítica de la Iglesia, y de Bergoglio, que es Francisco, sobre el rol personal e institucional durante la dictadura militar en Argentina y la región. Justamente en este momento está llegando a su fin el juicio en Buenos Aires sobre el "Plan Cóndor" de coordinación de la represión de las dictaduras en el Cono Sur, con el apoyo de la CIA y el Departamento de Estado norteamericano. El Papa debe una autocrítica sobre ese importante asunto histórico.

Al cronista también le pareció errónea su genérica apreciación de que en este momento se estaría desarrollando una "Tercera Guerra Mundial en episodios". No hay tal Tercera Guerra sino agresiones norteamericanas y europeas en Siria, Afganistán, Yemen y otras partes del mundo. Francisco haría mejor en enjuiciar a Washington y la OTAN como responsables de esos sufrimientos, en vez de confundir categorías bélicas.

Finalmente, la verdad sea dicha, el cronista quedó insatisfecho con la falta de audacia del jesuita respecto a los derechos argentinos en Malvinas, al bloqueo a Cuba y a la independencia de Puerto Rico. ¿Cuándo se hará eco de esas necesidades de la Patria Latinoamericana? ¿Qué le impide pronunciarse por esos asuntos vitales? Su voz, tan apreciada por el mundo, podría influir para una solución favorable. Si hasta dan ganas de decirle, con respeto: "dele Francisco, anímese, reivindique que las islas son argentinas; y en setiembre, cuando vaya a EEUU, diga que es pecado el bloqueo a Cuba".