PUBLICACIÓN: A pedido de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas

NATASHA DE CLARIN Y LOS SIETE LILITOS
César González Trejo (*)
27/12/2011
Natasha  tiene  oficio.  Hace  años  que  trabaja  en  Clarín,  y  aunque  el  nadie  resiste  tres
tapas del diario  haya quedado atrás, sabe también que aún muchos sectores reafirman
sus prejuicios, sus temores y sus odios  con su lectura cotidiana, y aún permite instalar
agenda en algunos sectores de poder.
Natasha sabe bien que la verdad no importa, que su oficio es otra cosa, y lo disfruta. Un
cosquilleo le  recorre el cuerpo y una irrefrenable sonrisa -un tanto efímera-, se le dibuja
en los labios cuando comprueba la preocupación que han  generado sus cometarios entre
algunos funcionarios y operadores políticos.
No conoció el viejo oficio de periodista, basado en la investigación, en recurrir a fuentes
fidedignas y en publicar información verificable. Sabe que una operación bien ejecutada
valen más que mil hechos ciertos.

A Natasha le gustaría ser una intelectual; por eso, desde hace años, intenta escribir un
libro. Y eligió un tema de lo más  promisorio. De aquellos que aseguran un público para
agotar la primera edición, y que –piensa ingenuamente-, contará incluso con el apoyo de
los  popes  del  diario  y  una  difusión  garantizada  por  los  otros  medios  cobijados  a  la
sombra  del  sutil  dominio  inglés.  Quién  sabe,  hasta  pueda  viajar  a  Londres  y  otras
hermosas capitales europeas, con gastos pagos y todo.
El tema son los vejámenes, abusos de poder  y crímenes cometidos por los oficiales y
suboficiales argentinos sobre las propias tropas en la guerra de Malvinas.
Perseverancia  no  le  falta.  Durante  la  década  del  ’90,  cuando  desde  la  Federación  de
Veteranos  de  Guerra  denunciamos  a  los  británicos  ante  la  Comisión  Investigadora  de
Crímenes de Guerra que se creó en el Ministerio de Defensa  a pedido nuestro, más que
los  homicidios  de  los  paracaidistas  ingleses  sobre  los  prisioneros  argentinos,  le
interesaban los estaqueamientos ordenados por algún oficial argentino.
Le causaba mayor preocupación humanitaria si algún suboficial de las propias fuerzas
había ordenado castigar a un soldado argentino por sacrificar una oveja, que las tareas
peligrosas que los ingleses ordenaron realizar a prisioneros argentinos en Darwin, con la
pérdida de tres vidas y más de veinte heridos.  Le quitaba el sueño conocer cómo algún
militar  de  la  Armada  o  del  Ejército  había  maltratado  a  un  conscripto  propio,  que
enfrentarse  a  los  cortes  de  orejas  que  los  parac  británicos  practicaron  sobre  los
cadáveres de nuestros soldados. Se regodeaba pensando cómo convertir en  crímenes de
lesa  humanidad  a  los  vejámenes  cometidos  por  argentinos,  sin  prestar  atención  a  la
denuncia de crimen de guerra que  -  tanto en nuestro país como en la misma Londres-,
pesa sobre el hundimiento del Crucero A.R.A. “Gral. Belgrano”.
Por cierto, cada cual establece sus prioridades, según el interés que defiende.
Cuando, luego de tantos años, a fines del 2009 los Familiares de los Caídos en Malvinas
y  en  el  Atlántico  Sur,  lograron  organizar  los  viajes  de  inauguración  del  Monumento
construido en el Cementerio de Darwin, en la Isla Soledad, Natasha creyó oportuna la
ocasión  para  insistir  sobre  la  denuncia  sobre  las  propias  fuerzas,  más  que  prestarle
atención al homenaje en ciernes.
Como tantos otros escribas instalados en los sectores del privilegio  mediático y cultural,
Natasha  recibió  con  beneplácito  a  la  película  Iluminados  por  el  fuego,  dirigida  por
Tristán Bauer, basada en el libro homónimo de Edgardo  Esteban y con la adaptación de
guión del otrora diputado kirchnerista Miguel Bonasso.
Es que en ese film, las cosas volvían a estar en su lugar. Nada de  Héroes de Malvinas,
de  relatos  épicos,  de  asesinatos  británicos,  de  colonialismo,  de  piratería  inglesa  y
complicidad norteamericana.  Nada de pueblo en la Plaza vivando la recuperación, y de
sudacas anotándose en las embajadas argentinas para pelear contra los gringos.
Nada de reclamos fascistoides, de denuncia de pesca ilegal, de exploración petrolera, de
agresiones  unilaterales  imperialistas.  Nada  de  negritos  correntinos,  chaqueños  o
tucumanos  enfrentando  con  valor  a  los  soldados  enviados  por  su  majestad.  El  único
relato que interesa estaba ahí: Gastón Paul encarnando al chico sensible, de clase media
porteña, rubio y de ojos claros, vejado por un teniente de rasgos psicopáticos, genocida
y torturador.
Y  cuando  la  ficción  se  convirtió  en  una  presentación  judicial  contra  oficiales  y
suboficiales argentinos por  crímenes de lesa humanidad  ¡Aleluya!, por fin había algo
que publicar en el gran diario argentino.
¡Qué satisfacción orgásmica cuando los Juzgados Federales de Río Grande y Comodoro
Rivadavia  declararon  que  la  guerra  fue  iniciada  por  la  dictadura  argentina  para
perpetuarse  en  el  poder,  y  que  los  vejámenes  denunciados  podrían  considerarse
crímenes de lesa humanidad!
Y es aquí donde entran a tallar los  siete lilitos,  es decir, el  puñado de ex combatientes
del  CECIM  La  Plata  que,  autodefiniéndose  como  anti-héroes,  han  sustituido  a  las
representaciones genuinas de los ex soldados combatientes con habilidad palaciega.
Parece un siglo, pero fue nada más que una década  atrás,  cuando  Lilita  Carrió llegó al
Aeropuerto Internacional de Ezeiza cargada de 18 cajas de cartón proporcionadas por el
Senador  Carl  Levin  del  Congreso  norteamericano.  Eran  los  tiempos  que  la  ex
funcionaria  judicial  designada  por  la  dictadura  en  la  Provincia  del  Chaco  soñaba  con
convertirse en presidente de la Nación.
Lilita  realizaba  un  promedio  de  tres  denuncias  por  día  y  se  encaramaba  al  puesto  de
Fiscal  de  la  República,  inflada  por  la  generosidad  de  los  medios  de  comunicación
hegemónicos.
La  insustancialidad  de  su  calidad  ética,  de  su  versatilidad  ideológica  y  de  lo
inconducente  de  su  vocación  denunciativa,  la  llevaron  a  un  punto  sin  retorno:  el
ridículo. Tanto la inflaron, que explotó. Por supuesto, de las cajas no se supo nunca más
nada.
Tomando este ejemplo de la sórdida realidad política local, hemos dado en llamar lilitos
a los muchachos del CECIM La Plata.
Al  igual  que  la  prócer  que  emulan,  a  los  lilitos  les  encanta  la  denuncia  hueca  y  sin
fundamento jurídico, con mero afán de propaganda. No les importa el dañ o que puedan
generar  a  sus  supuestos  defendidos,  mientras  les  reporte  bastantes  centímetros  en  la
prensa escrita, segundos de televisión o de radio. Tampoco tienen pruritos  a la hora de
elegir en qué medios difunden “sus” operaciones.
Y  a  diferencia  de  su  blonda  y  gruesa  modelo,  cuentan  con  la  ventaja  de  publicación
asegurada  en  los  medios  hegemónicos  y  en  los  contra-hegemónicos:  un  día  una
denuncia en  Clarín  y  al  otro  día en  Página 12.  Un reportaje en  Canal 7, y otro en  TN.
Un documental en Canal Encuentro,  y  otro en History Channel.  Todo vale en la guerra
psicológica moderna.
Como  tampoco  les  importó  en  2006  tratar  de  “loca  linda”  a  la  hija  de  Margaret
Thatcher  e  invitarla  a  comer  un  rico  asado  en  su  sede  de  la  ciudad  de  La  Plata,
colaborando  prestos con  la filmación de  The Mamy’s War  que  produjo  Carol  Thatcher
para  los  festejos   que  el  14  de  Junio  de  2007  en  homenaje  a  la  Dama  de  Hierro,
compartidos  por  el  tercera  vía  Tony  Blair,  la  reina  de  Inglaterra  y  todo  el  staff
colonialista del RU.
Paralelamente a esa importante colaboración cinematográfica, los  lilitos  del CECIM La
Plata se aprestaban a otro aporte significativo  a  mrs. Thatcher: convertir a  Iluminados
por el fuego de ficción en realidad tribunalicia.
La  operación  tuvo  la  intensa  cooperación  de  un  joven  abogado  correntino  que  se
desempeñaba en la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Corrientes,
Pablo  Vassel,  luego  promovido  a  funcionario  del  Consejo  de  la  Magistratura  de  la
Nación.
En  Corrientes  y  en  Chaco,  convocaron  a  numerosos  ex  combatientes  a  realizar
denuncias  –reales o ficticias, no importaba-, contra superiores por abusos, vejámenes o
crímenes cometidos en su perjuicio.
Prometieron  resarcimientos  económicos  como  resultado  de  los  juicios,  así  como
acelerar  el  manoseado  reconocimiento  histórico  (también  plata),  en  una  operación
semejante  a  los  métodos  aplicados  por  nuestros  superiores  cuya  crítica  compartimos:
“animémonos y vayan”.
Eligieron  como  blancos  a  un  ex  suboficial,  Pedro  Pierre,  que  les  molestaba  por  dos
motivos:  su  militancia  peronista  y  por  conducir    en  ese  entonces  la  Federación  de
Veteranos de Guerra de la Provincia de Buenos Aires. Y también a un oficial retirado,
Jorge Taranto, quien condujo durante años el programa radial  Malvinas, la verdadera
historia,  que había  atacado desde  ese  espacio los contenidos de la película dirigida por
Tristán Bauer.
Nada hay que reprochar a la intención genuina de brindar oportunidad de reparación a
una ofensa a quien la haya sufrido, no importa  el tiempo transcurrido.  Y menos, a la
decisión de promover  Memoria, Verdad y Justicia acerca de la Causa de Malvinas y lo
acontecido en la guerra de 1982.
Pero el camino elegido por los lilitos del CECIM La Plata es el opuesto a esas legítimas
pretensiones.
Jamás,  en  24  años  de  postguerra,  los  lilitos  promovieron  denuncia  e  investigación
alguna.  Sí  lo  habíamos  hecho  desde  el  Centro  de  Ex  Soldados  Combatientes  en
Malvinas de Capital Federal, aún antes de que concluyera la dictadura cívico-militar, en
el año 1983, cuando acompañamos institucionalmente una denuncia efectuada por un ex
soldado conscripto por estaqueamiento.
Eso nos valió largos meses de seguimiento y aprietes por parte de la inteligencia militar,
que estacionaban  sus Falcon verdes  en la esquina de nuestra sede de Avda. Rivadavia
1260, en la Capital Federal. Cientos de llamados amenazantes, dirigidos especialmente
contra  el  que  fuera  nuestro  presidente,  Jorge  Omar  Vázquez.  Intercepciones  en  la  vía
pública,  y  hasta  patoteadas  a  compañeros  pertenecientes  al  Centro,  como  forma  de
mensajes intimidatorios.
También  nos  dimos  cuenta,  prematuramente,  cuál  iba  a  ser  la  actitud  de  la  prensa
infame.  Los  grandes  medios  nos  publicaron  en  tapa  la  denuncia,  mientras  duró
(finalmente, el denunciante desistió de proseguir la causa, y nos dejó “pagando”).
Cuando volvimos a recurrir a la misma prensa para difundir la necesidad de aprobar una
ley que otorgara prioridades laborales, sanitarias, educativas  y habitacionales  a los ex
soldados  combatientes,  no  nos  dieron  más  bola.  Comenzamos  a  comprender  la
maniobra  desmalvinizadora  que  estaba  en  ciernes  (La  Ley  finalmente  se  aprobó  en
1984, bajo el número 23.109, archivada durante todo el gobierno alfonsinista).
Fue  muchos años después,  en 2006, cuando  los  lilitos  promovieron la denuncia ante la
Justicia  Federal  de  Río  Grande,  Provincia  de  Tierra  del  Fuego,  y  en  Comodoro
Rivadavia,  en  la  Provincia  del  Chubut.  Tan  tardíamente,  que  toda  acción  penal  se
encontraba prescripta, y con un Código de Justicia Militar modificado (hay quien opina
que el viejo Código podría  igualmente ser utilizado, pero este no fue el camino elegido
por los lilitos del CECIM La Plata).
Esto les daba la posibilidad de apelar a la figura de  crímenes de lesa humanidad  para
caracterizar a las faltas que hubieren cometido los propios superiores en perjuicio de sus
subordinados, “buscando” la imprescriptibilidad.
Pero  sucede  que  para  caracterizar  un  crimen  como  de  lesa  humanidad  deben  darse
condiciones que no ocurrieron en la guerra contra el Reino Unido por la soberanía sobre
las Islas Malvinas y del Atlántico Sur.
La  doctrina  internacional  establece  que  un  crimen  de  lesa  humanidad  ocurre  como
derivación de una orden expresa emanada de autoridad estatal –o, al menos, paraestatalejecutada por funcionarios en forma sistemática y reiterada, para eliminar o torturar a un
grupo de personas en forma deliberada y planificada.
Por  cierto,  no  existió  ese  tipo  de  orden  de  las  autoridades  militares  a  la  oficialidad  y
suboficialidad en perjuicio de los conscriptos argentinos durante la guerra de 1982.
Sí  existieron  actitudes  deshonrosas  y  hasta  criminales,  por  parte  de  algunas  personas
que  no  estuvieron  a  la  altura  de  las  circunstancias.  Que,  por  supuesto,  merecen  su
castigo.
Pero  el  camino  elegido  por  los  lilitos,  lejos  de  acercarlos  a  la  justicia,  llevo  a  los
ofendidos a un callejón sin salida hacia la impunidad de los réprobos. Utilizaron a los ex
soldados combatientes que recibieron ofensas  para impulsar  una vía judicial imposible
desde el punto de vista del Derecho, para  promover  su  objetivo ideológico:  homologar
el conflicto armado de Malvinas e Islas del Atlántico Sur con el Terrorismo de Estado.
Esta maniobra, que  se inscribe plenamente en la estrategia británica, pues disuelve  las
responsabilidades del colonialismo anglo-norteamericano en la re-invasión de Malvinas
y  demás  Islas  del  Atlántico  Sur,  también  encubre  los  crímenes  cometidos  por  esas
fuerzas.
Curiosamente, desde 1995 existe una Ley Nacional (Nº 24.517), que ordenó constituir
una Comisión Investigadora de Crímenes de Guerra británicos en la  guerra de Malvinas
y  del  Atlántico  Sur  con  la  integración  de  los  tres  poderes  del  Estado  Nacional,  que
jamás se conformó.  Y que, reactivándose y modificándose sus alcances, podría también
establecer méritos y deméritos, e imponer premios y castigos.
Desde  1999,  existe  una  causa  abierta  contra  los  responsables  de  crímenes  de  guerra
británicos en el Juzgado Federal de Río Grande, Provincia de Tierra del Fuego, pero que
no  se  activa  por  falta  de  voluntad  política  y  jurídica.  Y  cuyo  tratamiento  contrasta
significativamente con la celeridad dada a la denuncia por supuestos  crímenes de lesa
humanidad.
Los lilitos  y Natasha nunca se expresaron respecto de esas denuncias: hacen como si no
existiesen.
En la guerra de Malvinas y del Atlántico Sur, la verdadera doctrina jurídica a aplicar es
el Derecho Internacional Humanitario conformado por las Convenciones de Ginebra y
sus Estatutos complementarios, que fija las reglas de la guerra entre los Estados.
Los delitos o crímenes cometidos por las partes en perjuicio de sí mismas, es regido por
los Códigos de Justicia militar o las normas penales de las respectivas partes.
La  manipulación  ideológica  de  esos  plexos  jurídicos  ya  ha  sido  desestimada  por  el
Tribunal de Casación de la Nación, cuando en un fallo contundente, expedido en 2009,
afirmó:
“…por más aberrantes que puedan resultar las acciones que presuntamente se habrían
desarrollado,  no  se  encuentran  acreditados  los  requisitos  de  sistematicidad  ni
generalidad  del  ataque,  como  elementos  que  elevarían  los  delitos  supuestamente
cometidos a la categoría más grave de delitos contra la humanidad”
“…no resulta plausible dar por probada la denominada pauta  de contexto en que debe
verificarse el delito a partir del momento histórico en que se desarrollaron los hechos y
que,  en  función  de  esa  coincidencia  temporal  con  otros  actos  perpetrados  por  el
gobierno  de  facto  que  detentaba  el  poder,  aquellos  deban  quedar  subsumidos  en  la
misma calificación que éstos. Una elaboración de esa índole no solamente adolece de
falta  de  logicidad,  sino  que  además,  podría  conducir  a  resultados  jurídicos  de
manifiesta  arbitrariedad,  llevando  a  considera  crímenes  de  tal  entidad  a  delitos
aislados por la sola circunstancia de haber sido cometidos por personal o autoridad de
alguna fuerza y durante la última dictadura militar”
“…no resiste el menor análisis el argumento de que las acciones imputadas a Taranto
hayan  sido  llevadas  a  cabo  de  conformidad  con  una  política  de  Estado  o  para
promover una política de Estado, pues ello no puede inferirse de modo  alguno de los
hechos ni circunstancias del caso”.
“…no  existen  elementos  que  posibiliten  trasladar  los  actos  de  la  lucha  contra  la
subversión  o  lo  acontecido  en  la  guerra  de  Malvinas….aquellas  personas  que
resultaron  víctimas  de  los  supuestos  estaqueamientos  o  enterramientos,  no  poseían
características  especiales,  ni  eran  objeto  de  dicho  padecimiento  en  virtud  de  alguna
tendencia  política  o  ideológica,  que  permita  sostener  una  vinculación  con  la
metodología utilizada por aquellos años por el gobierno de facto”.
“…la pretensión de que el hecho que se denunció en esta causa constituye un crimen
de lesa humanidad no es en absoluto correcta. No solo no resiste el análisis relativo a
los  textos  legales  internacionales  contemporáneos.  Tampoco  puede  subsumirse  el
hecho en la categoría de delitos de lesa humanidad si se atiende a la idea central que
ha constituido la motivación histórica con la que ha sido modelada la categoría, es
decir,  en  el  propósito  de  distinguir  los  crímenes  de  lesa  humanidad  de  los  delitos
comunes”.
Los  lilitos  han  recurrido  este  fallo  ante  la  Corte  Suprema  de  Justicia.  Mientras  tanto,
activaron su operación con la concurrencia del diario  Clarín y la solícita Natasha, quien
se apresta a su negocio editorial en el marco de la conmemoración de los 30 años de la
guerra de Malvinas.
En  consecuencia,  no  es  disparatado  pensar  que  todas  estas  operaciones  puedan  estar
alentadas,  pergeñadas  y  financiadas  por  quienes  se  aprestan  a  iniciar  la  explotación
petrolera  –luego de dos años de intensa exploración-, en nuestros mares  adyacentes a
Malvinas, con el propósito de continuar distrayendo la atención sobre sí mismos.
Don  Enrique  Oliva,  militante  de  la  resistencia  peronista,  escritor,  autor  de  dos  libros
sobre  la  guerra  de  Malvinas  y  del  Atlántico  Sur  (“Malvinas:  el  colonialismo  de  las
multinacionales” y “Malvinas desde Londres”) y miembro de la Academia Nacional de
Periodismo, que cubrió como periodista de Clarín la guerra de 1982 bajo el pseudónimo
de  Francois  Lepot,  (antes  que  el  periódico  se  convirtiera  en  un  holding  polirrubro),
repetía  siempre  que  la  técnica  británica  cuando  iniciaba  la  ocupación  de  una  colonia,
consistía en organizar la oposición, ya que eso le garantizaba el gobierno.
Pues bien, los aires izquierdistas de los lilitos del CECIM La Plata, y las pretensiones de
progresista  y  de  enfant  terrible  del  periodismo  de  Natasha,  son  tan  funcionales  al
imperio  como  lo  fueron  Bernardo  Neustadt  o  el  chancho  Alsogaray  en  la  década  del
’90, pues en definitiva sirven a los mismos intereses.
Si realmente queremos Memoria, Verdad y Justicia para los 649 Héroes Nacionales y la
Causa de recuperación de Malvinas e Islas del Atlántico Sur, proponemos comenzar con
algunas de estas acciones de la siguiente agenda:
1)  Levantar  el  secreto  que  pesa  sobre  la  documentación  que  guarda  el  Estado
Nacional respecto de la guerra del Atlántico Sur. Con ello podremos saber cómo
se  condujo  la  guerra,  por  qué  se  siguió  pagando  la  deuda  al  Reino  Unido
mientras nosotros peleábamos en las Islas,  qué dirigentes civiles  y militares  se
reunían en las embajadas extranjeras para negociar qué cosas mientras nuestros
compañeros caían bajo las bombas enemigas. Qué dice el Informe Rattenbach en
su  versión  completa.  Quiénes  y  cómo  nos  apoyaron  y  quiénes  y  cómo  nos
boicotearon en el plano internacional.
2)  Reactivar  la  Comisión  Investigadora  de  Crímenes  de  Guerra  creada  mediante
Ley  Nº  24.517,  ampliando  sus  alcances  para  investigar  las  conductas  de  las
fuerzas argentinas en la  guerra, para determinar  méritos  y deméritos  y otorgar
premios y castigos, a través de  decisiones político-administrativas.(Por ejemplo,
dar  o  quitar  condecoraciones,  dar  y  quitar  pensiones,  ascender  o  degradar,
publicar informes sobre conductas honrosas o deshonrosas, etc.)
3)  Denunciar por inconstitucionalidad los acuerdos suscriptos con el Reino Unido
de Gran Bretaña e Irlanda del Norte que afectan el interés nacional de recuperar
nuestras  Islas  Malvinas,  Georgias  del  Sur,  Sandwich  del  Sur  y  espacios
adyacentes, además de incluir cláusulas bilaterales que violan los Convenios  de
Ginebra,  exonerando  al  Reino  Unido  por  los  crímenes  cometidos  durante  la
guerra.
4)  Profundizar el camino iniciado con el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC
en  cuanto  a  las  sanciones  económicas,  políticas  y  diplomáticas  antes  las
agresiones  unilaterales  cometidas  por  el  Reino  Unido  y  sus  aliados  en  el
Atlántico Sur.
Sólo  así  terminaremos  definitivamente  con  cualquier  situación  de  impunidad  e
injusticia.  Sólo así estaremos en coherencia con nuestra Constitución Nacional. Solo así
seremos serios en la construcción de la Patria Grande.  Sólo así seremos dignos  de  los
Héroes  Nacionales  que  dieron  sus  vidas  por  todos  nosotros  y  por  nuestros
descendientes.
(*) Ex soldado combatiente en Malvinas