8 DE SETIEMBRE DE 1964: EPOPEYA VIBRANTE DE ARGENTINIDAD. Portentoso vuelo del piloto Miguel Fitz Gerald


Por Francisco E. Romero.- El piloto aviador civil, argentino de 38 años, utilizó un monomotor Cessna, matrícula LY-HUA, modelo 185, con una autonomía de vuelo de 10 horas, adicionándole un tanque para gasolina de 250 litros.  El valeroso piloto estaba casado y en ese entonces tenían dos hijos. Al concretar su aventurada incursión. Dijo: “Yo, Miguel Fitz Gerald, ocupo simbólicamente hoy nuestras Islas Malvinas en nombre de mi país, la República Argentina”.




Un día como hoy, 8 de setiembre, pero del año 1964, hace medio siglo, exactamente a las 12:54 horas, desde nuestras irredentas pero nunca entregadas Islas Malvinas, por circuito radioeléctrico se transmitió un mensaje que de inmediato galvanizó al país en su conjunto y en toda su inmensidad, y a todos sus habitantes, sin exclusiones de ninguna clase, que brevemente decía: “Yo, Miguel Fitz Gerald, ocupo simbólicamente hoy nuestras Islas Malvinas en nombre de mi país, la República Argentina”.

El autor de una gesta plena de nacionalidad, piloto aviador civil, argentino de 38 años, había despegado muy anónimamente con destino a nuestras Islas Malvinas, dos horas antes desde el aeródromo Río Gallegos, en la sureña provincia de Santa Cruz, a bordo de un monomotor Cessna, matrícula LY-HUA, modelo 185, con una autonomía de vuelo de 10 horas, adicionándole un tanque para gasolina de 250 litros que duplicaba ese plazo indicado.
Sin compañía, totalmente solitario, salvo sus ansias de dejar un trazo en la Historia, concretó una hazaña teñida por siempre de azul y blanco, como causa ratificatoria de un accionar pleno de argentinidad, sobre esas tierras y esas aguas, que siguen firmes y vigentes hasta el día de hoy. “Luis Vernet”, era el nombre impuesto a la nave aérea, como recordación e invocación al Primer Gobernador argentino de la Islas Malvinas.
Fitz Gerald había terminado de aterrizar con su frágil nave aérea, en un campo de la Isla Soledad, enarbolar y flamear el Pabellón Nacional y luego entregar a un poblador de las inmediaciones, una Proclama que reiteraba con toda energía los derechos inalienables de la Argentina en orden a su irrestricta pertenencia del archipiélago, por razones geográficas, históricas, políticas y de derecho.
El valeroso piloto estaba casado con Palmira Rodríguez y en ese entonces tenían dos hijos: Gustavo Miguel, de 7 años y Diego Miguel, de 4, además de la invalorable compañía de la madre de él, Elizabeth Lawder, de 84 años, que no sólo respaldó la trascendente determinación alada de su intrépido hijo, sino que al regreso de su aventurada incursión declaró que el vuelo “no fue una locura”.

LA PROCLAMA
La nota entregada en  nuestra isla Soledad, expresaba:
“Al representante del gobierno ocupante inglés:
Yo, Miguel Fitz Gerald, ciudadano argentino, único, necesario y suficiente título que exhibo en cumplimiento de una misión que está en el ánimo y la decisión de veintidós millones de argentinos, llego al territorio Malvínico para comunicarle la irrevocable determinación de quienes -como yo-, han dispuesto poner término a la tercera invasión inglesa a territorio argentino.
Han transcurrido casi 132 años del acto de piratería y avasallamiento de la soberanía argentina de las islas que hoy ocupo simbólicamente. El despojo perpetrado por los cosarios de la fragata “Clío”, conmovió en aquel entonces a la Patria, muy joven aún y, a través de las generaciones, se ha mantenido en los hechos una usurpación que nunca fue admitida por los argentinos, por los latinoamericanos y por todos aquellos que en el mundo, ajustan su quehacer al respeto de los derechos inalienables de cada Nación. Hoy, en que también mi Patria despierta de un largo sueño, consciente de su grandeza moral y material, está decidido a recuperar este, su territorio insular. De ahí, que yo constituyo la avanzada de este ideal patriótico y justo que crecerá, no lo dude usted, como formidable avalancha. Los argentinos estamos resueltos a no permitir que Inglaterra siga ocupando el archipiélago que, por razones geográficas, históricas, políticas y de derecho, pertenecen a la República Argentina. Pienso, como mi pueblo, que a la postre y ante el mundo sólo habrá un perjudicado moral de esta injusta situación, mantenida a través de tantos años: ese perjudicado es Inglaterra.
Las Islas Malvinas tienen, para los argentinos un valor que no se mide solamente por lo material -no obstante el sistemático saqueo a que han sido y son sometidas-; ni tampoco aceptamos que sean motivo de negociaciones. Tienen en cambio, el valor de la dignidad humana, porque son una parte incuestionable del país que como argentino represento en este acto de plena decisión. Argentina no hace del ejercicio de la libertad y del derecho una manifestación vacua, como si fuera una consigna o un lema comercial. Argentina ejercita el derecho y la libertad, respetando por igual a todos los pueblos de la Tierra, y, en consecuencia, exige para sí igual tratamiento. Los 21 cañonazos que en el siglo pasado señalaron la hora en que Argentina izó su Pabellón en Puerto Soledad en acto de ejercicio de plena soberanía, resuenan nuevamente para anunciar al mundo que en esta hora ha comenzado otra reconquista, como en 1807.
En consecuencia, como ciudadano, he podido, por mí y ante el mundo descender en territorio nacional para ratificar la soberanía argentina en el archipiélago y reiterarle al representante del gobierno usurpador inglés que “no hemos sido ni seremos un país de conquistadores, pero tampoco aceptamos que se nos pretenda conquistar”, como bien lo ratificara el canciller de mi país en agosto último. Con igual título acabo de enarbolar en esta Isla de Soledad, integrante del archipiélago mi pabellón celeste y blanco.
Esta actitud personal, que interpreta, los sentimientos y vocación del pueblo argentino, coincide con la decisión de la Organización de las Naciones Unidas, de considerar en el más alto nivel internacional las legítimas recomendaciones de mi Patria sobre el Territorio Malvínico.
En este primer minuto de la reconquista de malvinas - 8 de setiembre de 1964 - Miguel Fitz Gerald”.
Unánime y terminante fue el reconocimiento, la valoración y el apoyo a la gesta concretada por Miguel Fit Gerald, de parte todos los sectores representativos de la sociedad, en los ámbitos sociales, ciudadanos, políticos y en general, exaltándose su temple, su valor y su entrega sin igual, en pos de las grandes aspiraciones y los grandes intereses de la Patria sobre tan sagrado tema territorial, que seguirán latentes con toda firmeza -hoy y siempre- hasta su justa y definitiva recuperación.